Sexo con Sasha Grey


Lo que Sasha Grey está experimentando ahora ha sido el sueño de muchas actrices que empezaron en su mismo negocio. Esa rama bastarda del cine que ella denomina eufemísticamente “industria para adultos” y que el común de los mortales llama porno. Varias lo han intentado, pero ella es presumiblemente la primera en lograrlo. No hay más que ver el revuelo que se ha creado a su alrededor en Madrid. Tras rodar junto a Elijah Wood el que será el tercer largo de Nacho Vigalondo, Open windows, esta californiana de 24 años con cara angelical y aspecto de estudiante de Erasmus despierta más interés –¿morbo?– entre los círculos cinéfilos capitalinos que la estrella de El señor de los anillos. Grey no parece ni sorprendida ni abrumada, y atiende esta entrevista como una experta, con encanto, paciencia y un discurso articulado. Está acostumbrada a destacar. Cuando en 2009 protagonizó The girlfriend experience, una de esas películas de bajo presupuesto que a Steven Soderbergh, ganador de un Oscar por Traffic, le gusta dirigir entre superproducciones, The New York Times decía de ella: “La señorita Grey, cuya carrera en la pornografía se ha caracterizado tanto por la naturaleza extrema de lo que hace como por el inusual grado de profundidad intelectual con el que lo afronta, más que actuar, plantea una serie de problemas filosóficos”. Un papel protagonista con uno de los realizadores más cotiza­­dos de Hollywood no está mal como debut para una chica de 21 años y con nula experiencia en el cine “convencional” que se ha labrado una carrera meteórica en el porno gonzo. Se estrenó con 18 años, en mayo de 2006. En enero de 2007 ya era una de las 10 estrellas más conocidas de esa industria; en abril, la retrataba Terry Richardson, el superfotógrafo más gamberro de cuantos tolera el sistema; en 2008 aparecía en Rolling Stone como una de las chicas imprescindibles del momento, junto a Ellen Page y Emma Stone, candidatas al Oscar y al Globo de oro, respectivamente. Tras The girlfriend experience, montó una productora y prácticamente se retiró de las películas X. Aunque nadie se dio cuenta hasta que lo anunció oficialmente en abril de 2011. En tres años había aparecido en más de 200 cintas que siguen hoy en circulación. “Dejé la productora en 2010, y empezar de nuevo era muy duro. Preferí dedicarme a ser una buena actriz. Tenía muchas ofertas. Desde que dejé el cine para adultos, hace tres años, he intentado construirme una carrera en el comercial. Es una batalla dura, voy poco a poco. Necesito puntos de agarre, porque vivo en un caos en el que nada es seguro. Mi truco es mantenerme ocupada, al límite del agotamiento, para no pensar”. En el argot de los irlandeses de Boston, el gonzo era el que quedaba en pie en una borrachera. En el cine X se refiere a escenas agresivas que buscan el acto más inaudito. La cámara es subjetiva, desde el prisma del hombre, y el sexo, extremo. Sasha Grey era la Marina Abramovic del género. “Soy muy seria y comprometida. Dicen que demasiado. Me entrego y soy muy consciente de mis acciones. Cuando actuaba no trataba de llevarlo todo hasta el límite, pero salía así. No fingía. Simplemente, intentaba proyectar quién era yo, tan rápido como pudiera. Cuando empecé, con 18 años, aún era insegura y me estaba buscando. Cuatro años después era diez veces más fuerte”. Ha de serlo. En poco tiempo se creó un nombre en una industria que es una máquina de picar carne. Cierto que parecía capaz de cualquier acto sexual, pero cada semana aparecen cientos de chicas dispuestas a lo mismo. Lo que a ella le hacía especial era otra cosa. Además de un físico “normal” en un circuito dominado por barbies siliconadas, Grey era inusualmente culta. Citaba a Sartre en las entrevistas, hablaba de grupos de música ignotos, demostraba un desparpajo que poco tenía que ver con el estereotipo monosilábico de estrella porno. Tenía cabeza. “No soy la típica stripper a la que un día le ofrecen entrar en el porno y dice ‘pues vale’. Terminé el instituto con 17, fui a la universidad, trabajaba y era muy independiente. Pasé siete meses documentándome, considerando pros y contras. Al final tomé la decisión de hacerlo. Cogí mis ahorros y me mudé a Los Ángeles”. Hasta los 18 era Marinna Ann Hantzis, una jovencita de origen griego criada en Sacramento. Hija de un mecánico y de una trabajadora municipal, sus padres se separaron cuando ella tenía cinco años. “Vivía con mi madre. Sí, era una de esas chicas encerradas en su habitación todo el tiempo, viendo películas, escuchado música. Odiando al mundo”, dice, con una car­­cajada nerviosa. Un día descubrió una web dedicada a la electrónica industrial, brainwashed.com. En aquellos ídolos desconocidos, músicos ignorados por el sistema, encontró a sus almas gemelas. Especialmente en la performer de vanguardia Cosey Fanni Tutti, cofundadora del grupo británico Throbbing Gristle. Cuarenta años mayor que Grey, Fanni Tutti combinó la música, el happening… y el porno. “Son mis héroes. Han hecho tanto por mí, demostrándome el valor de la individualidad, de estar orgulloso de ser quien eres. Me hicieron creer en mí. Estoy a punto de echarme a llorar al pensarlo”. Ahora Grey tiene su propio grupo, Telecine, y acaba de colaborar en un tema del que será el disco final de Throbbing Gristle. De hecho, su nombre artístico fue inspirado por Sascha Konietzko, líder de una oscura banda de rock industrial alemán, y El retrato de Dorian Gray. Antes sopesó rebautizarse Anna Karina, como la musa de Godard. Pero su gran salto se produce en 2010. En la séptima temporada de Él séquito (Entourage), donde se interpreta a sí misma. “Sabía que la serie era grande, pero no cuánto”. La Sasha que aparece allí es muy parecida a la que sorprendió por ser una rara avis dentro del porno. Vinnie Chase, el protagonista, es una estrella superficial y tontorrona a la que Grey intenta llevar a ver películas subtituladas y exposiciones, pero él solo quiere compartir sexo, tequila y cocaína. Al terminar la temporada, Chase está hundido, y ella reluce como el primer día. “Fue muy extremo. Aún hoy me dicen: ‘Te odio, tú destruiste a Chase’. Y yo les respondo, vuélvelo a ver, no me verás tomar cocaína en ningún capitulo. El personaje de Chase es víctima de su ego. Hay muchos en Los Ángeles como él, que confían más en su encanto que en planificar y meditar las cosas. No es mi caso. Nunca lo ha sido”.

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